EN EL TEMPLO DEL CASTELLANO

El centro Riojano de Madrid, situado en Serrano 25, muy cerca de Goya, es uno de los edificios más bonitos de la señorial calle Serrano, con una preciosa escalera, que fijaban siempre el caché de los edificios de la época, tiene amplios salones sobresaliendo el salón de la lengua, la sala de juntas, el gran comedor, toda una casa patricia. El personal es muy amable y tiene esa hombría de bien, tan típica de los riojanos, que son hombres forjados de una sola vez sin dobleces pero siempre con gran nobleza. En la tarde de este 21 de marzo, día muy frío en Madrid, con un aire gélido que prometía una buena siembra de gripes y catarros, se celebró la presentación de mi libro “Crónicas Mordaces”. Llevó la batuta de director de orquesta, con suma maestría y con su encanto saber hacer, José Antonio Rupérez, que ejerce de galán oficial de este estupendo Centro Riojano. Una sala llenísima, la de la lengua, lo que es doblemente dichoso para un autor. Se reunieron, entre gente de cultura, los embajadores de Chipre, Palestina, Serbia, Sudáfrica y Tailandia, periodistas destacando Juan David La Torre de Diplomat y en definitiva todo un público interesado por la cultura.

Este Centro Riojano que se vuelca en todos sus actos, son muy entusiastas y aprecian los esfuerzos del mundo de la Cultura. Sobre el acto en sí, no quiero que el amable lector, me acuse de presentar un pastel de liebre, sin liebre, tengo que decir que se hicieron muy acertadas críticas sobre mis crónicas, que son vuestras crónicas, queridos amigos de Galicia Digital.
La gripe dejó fuera de combate a Alfonso Ramonet, que ha escrito un preciso Epílogo y también a la brillante Carmen Deben. Los que estuvieron, mencionemos a Rafael Cordero del Servicio de Comunicación de la Complutense que hizo una síntesis, muy elaborada de la estructura del libro y de las motivaciones del autor. La Bella Dña. Rosa Olazábal, estuvo genial, como siempre, exponiendo un escrito de la periodista y escritora Carmen Deben. Muy pimpante y pinturero el editor Alejandro del Río Herrmann, que parece un majo de los de Goya, retrató a este libro compuesto por crónicas, como un “dietario”, donde se reflejan las entradas y salidas de cada día, enriqueciéndolas con los aconteceres cotidianos. Alejandro está muy acostumbrado a textos muy difíciles porque es editor de libros filosóficos de esta Editorial Trotta y salió del paso con su majeza habitual. El presentador, José Antonio Rupérez, el galán oficial del Centro, estuvo muy convincente relatando los rasgos biográficos del autor y enmarcándolo en la rica actividad cultural de la casa. Un gran presentador para una velada inolvidable.

Tengo que deciros queridos lectores, que llevaba unos días con una gripe encima, de padre y muy señor mío y que tenía dificultades para conseguir resuello suficiente para enfrentarme al público.
Para ello, nada más llegar, les pedí una copa de coñac y un vaso de agua. El copazo resultó muy bien y me dio arrestos para hacer las siguientes reflexiones: les dije que mi forma de escribir era en todo momento pasional y que en la sala y señalé a los embajadores de Sudáfrica y Palestina, estaban dos de mis grandes pasiones cívicas, la lucha contra la discriminación racial y la afirmación de un pueblo sin estado como es el Palestino.

Seguí enumerando las grandes causas que se defienden en estas crónicas, que aunque no deje títere con cabeza, lo hacen para alegrar, divertir e influir. Les di las gracias a varios amigos comprometidos en estas causas que estaban presentes. Era un público muy atento y entregado, desde Pilar Barroso, la estupenda directora de un colegio, a José Ramón de Casa Manolo, que el espíritu para ser productivo necesita alimentarse.

Y como en los Goya, no dejé de lado la pincelada familiar hablando de mi hermana, tan elegante como siempre, y a toda esa serie de personas como a José Antonio Gimbernat, el mago de los derechos humanos, y a Joaquín Santisteban, el mago de las finanzas, y a Andrés de Miguel, el de la tauromaquia. Y a todos los demás que nos dan aliento para seguir adelante y a los que agradecí mucho su presencia.

Después los del Centro Riojano nos obsequiaron con un vino tinto de mucha enjundia y se pasó a la firma de libros estampando dedicatorias con mayor o menor acierto. Aquí tengo que resaltar, lo bonita que es la portada del libro, del gran pintor búlgaro, Valentin Kovatchev.

Así se cerró esta velada en el Templo del Castellano que es el Centro Riojano de Madrid, con José Antonio Rupérez, blandiendo la batuta.

Muchas gracias a todos sin olvidar a Galicia Digital y a su experimentado timonel Don Xulio y a su hija Teté con su espabilado Pablo.

Joaquin Antuña